Ya no te conozco, nunca te conocí (¡que mentira!). No existís y pretendo convencerme de que nunca exististe. Si te cruzo no sé quien sos, no se tu nombre, tu casa es una más entre muchas casas que no me importan, tu mamá es una más del montón y tus amigos quizás me suenen de verlos tres días seguidos en el bar. Esa marca de cigarrillos importada le puede gustar a cualquiera, el amanecer veraniego no me dice nada, el olor a pasto cortado me parece asqueroso y más todavía el olor a nafta, yo me dejo el pelo suelto porque así me gusta, ya no voy a esa plaza porque encontré otra más linda, no me gustan los fideos al escabeche, no soporto que me despierten de la siesta por más cariñoso que sea, no me banco el mal humor porque sí y definitivamente no me gusta que me estén encima cuando solo quiero poder llorar en paz. Y se acabó.
El sol es el sol y las estrellas son las estrellas, y punto. Cuando las cosas se acaban se acaban, y si las querías terminar de golpe y porrazo problema tuyo, yo sigo adelante y si te he visto no me acuerdo.
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