Reducción al absurdo

Se presenta ante mí con un abultado manojo de ideas en la mano, las sostiene en el puño apretado con fuerza. Las mira, mejor dicho se mira el puño como si pudiera mirarlas a través, e intenta convencerme de que las conoce una por una de memoria y en detalle. Las enumera, algo torpemente. Esboza una descripción, que abandona pronto disimulando el fracaso. Sacude con frenesí su puño frente a mis ojos, quizás piensa que yo también puedo así atravesar la piel y conocer sus ideas. Habla a borbotones, gesticula mucho, siempre parado y dando vueltas. Se esfuerza por hacerme entender algo que todavía él no comprende por completo, ideas que vuelan sueltas, pedazos de rompecabezas que él encastra a la fuerza y no según su forma. Termina, y yo no sé si llegué a percibir alguna idea, si entiendo lo que él no entiende, si estoy pensando mal (se puede pensar mal?) o si sencillamente no entendí un pomo de nada.

Reinvención.

... y decir, como quien no quiere la cosa, me voy al carajo; y esta vez cumplirlo, y abrirle la puerta a la inmensa noche, al camino sin final, o con un final que nosotros mismos nos obligamos a inventarle, y deambular, como si uno fuera música, o el viento, o un pajarito, pasear entre callejuelas y avenidas, por veredas y calles conocidas de antaño para redescubrirlas y reconocerlas esta vez en serio. Y en el camino redescubrirse, o más bien reencontrarse, o mejor dicho reinventarse: dejar de ser el esbozo de lo que uno quisiera ser, para empezar a querer lo que uno puede ser. Dejar el pasado en el estante que le corresponde, sin renegarlo pero sin venerarlo, lustrar los errores para que se vean bonitos, o menos feos, pulir los triunfos para que irradien, ensayar una sonrisa que ya no sea cortés, practicar el buen hábito de la carcajada y la sana reflexión de reirse de sí mismo. Y volar, irse al carajo (pero esta vez cumplirlo) y disfrutarlo y arroparlo con amor, para después volver, con un yo reinventado a gusto y capricho.

Otra vez.

Y por cinco minutos, me olvido que el mundo es mundo, que el tiempo son años, y me acuerdo, en cambio, que atrás de todo eso estoy yo, que con los tiempos lo fui olvidando. Y lo revivo, orgulloso y altivo, complacido de volver, feliz de ser.