Reinvención.

... y decir, como quien no quiere la cosa, me voy al carajo; y esta vez cumplirlo, y abrirle la puerta a la inmensa noche, al camino sin final, o con un final que nosotros mismos nos obligamos a inventarle, y deambular, como si uno fuera música, o el viento, o un pajarito, pasear entre callejuelas y avenidas, por veredas y calles conocidas de antaño para redescubrirlas y reconocerlas esta vez en serio. Y en el camino redescubrirse, o más bien reencontrarse, o mejor dicho reinventarse: dejar de ser el esbozo de lo que uno quisiera ser, para empezar a querer lo que uno puede ser. Dejar el pasado en el estante que le corresponde, sin renegarlo pero sin venerarlo, lustrar los errores para que se vean bonitos, o menos feos, pulir los triunfos para que irradien, ensayar una sonrisa que ya no sea cortés, practicar el buen hábito de la carcajada y la sana reflexión de reirse de sí mismo. Y volar, irse al carajo (pero esta vez cumplirlo) y disfrutarlo y arroparlo con amor, para después volver, con un yo reinventado a gusto y capricho.

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