Reducción al absurdo

Se presenta ante mí con un abultado manojo de ideas en la mano, las sostiene en el puño apretado con fuerza. Las mira, mejor dicho se mira el puño como si pudiera mirarlas a través, e intenta convencerme de que las conoce una por una de memoria y en detalle. Las enumera, algo torpemente. Esboza una descripción, que abandona pronto disimulando el fracaso. Sacude con frenesí su puño frente a mis ojos, quizás piensa que yo también puedo así atravesar la piel y conocer sus ideas. Habla a borbotones, gesticula mucho, siempre parado y dando vueltas. Se esfuerza por hacerme entender algo que todavía él no comprende por completo, ideas que vuelan sueltas, pedazos de rompecabezas que él encastra a la fuerza y no según su forma. Termina, y yo no sé si llegué a percibir alguna idea, si entiendo lo que él no entiende, si estoy pensando mal (se puede pensar mal?) o si sencillamente no entendí un pomo de nada.

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